lunes, 18 de febrero de 2013

EL PROSELITISMO DEL ATEO*

Los ateos vivimos confortablemente instalados en la comodidad de nuestro descreimiento, rara vez hacemos manifestaciones públicas de nuestras convicciones éticas respecto a como debería ser una sociedad sin religión y, en más raras ocasiones aún, discutimos sobre la postura de las distintas iglesias y sus religiones con respecto a las opiniones vertidas por sus representantes temporales, como a ellos les gusta llamarse.
   Pienso que es posible una sociedad sin religión, una sociedad donde los dioses sean un mero asunto de tipo antropológico ó literario y que se estudien igual que se estudian los Mitos Griegos. Considero (al igual que Bertrand Russell) que la religión es una enfermedad surgida del miedo y una fuente de indecible miseria para la raza humana. Claro que hay algunas cosas que se achacan a Jesucristo a Mahoma o a Buda, que parecen muy buenas ideas, pero su aportación al pensamiento humano no es equiparable a la de pensadores que van desde Aristóteles al propio Russell.
    Las opiniones, los dictados, los dogmas de las distintas religiones, son un constante obstáculo al desarrollo humano, en el plano filosófico, ético, científico y en el de las interrelaciones. Su aportación al debate político siempre es sesgada, y espuriamente interesada, coarta la libertad de las personas e intenta cegar la lucidez de los argumentos que no comparte. Se toma tan en serio a si misma, que considera delito, insulto o algo peor todo lo que la critique.
   Pues bien, la religión cristiana no tiene la panacea de ninguna verdad (no la tiene nadie), y sus dogmas de fe son risibles y algo abstrusos, véase si no el enigma de la santísima trinidad, la virginidad de María o la resurrección de los muertos. Es risible también la pompa con la que se invisten sus sacerdotes en los actos públicos, así como sus posturas en temas tales como la reproducción asistida, el sexo o sus incursiones políticas. Cuando hablan de estos temas, no lo hacen por boca de Jesús: “no juzguéis a los demás si no queréis ser juzgados”, “No hagáis resistencia al agravio; y si alguno te hiriese en la mejilla derecha, vuelve también la otra”, “si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres”, al contrario, se colocan el alzacuellos, la púrpura y corren a ponerse del lado del poder que les apoya. El   miedo que ellos fomentan les lleva en busca de refugio.
   Los no creyentes tenemos derecho a criticar estas posturas, pero también tenemos el derecho a reírnos, de hacer bromas y chascarrillos sobre sus ideas cuando estas nos parecen dignas de ello, también en el caso de que no sean dignas, pues la verdad revelada en la que basan su teología es pura ficción y, como obra de ficción sometida a las críticas y a la libertad de expresión.



*Este texto, escrito hace unos años, viene a propósito del vergonzoso silencio que guarda la jerarquía de la iglesia católica en los tiempos actuales de crisis, o en el mejor de los casos, a las tibias y melifluas manifestaciones que salen de las bocas de sus representantes oficiales, ocupados ahora en las intrigas palaciegas vaticanas y en no perder privilegios económicos.