lunes, 28 de enero de 2013

SOBRE LA COSTUMBRE


   El Poder es una cosa (entiéndase cosa, en un sentido filosófico), que se vive de cerca o se ve de lejos. 
   El artículo 1.2 de la Constitución Española dice: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. 
   La costumbre, con frecuencia, se transforma en ley. Muchas de nuestras leyes son fruto de la costumbre, es lo que se da en llamar derecho consuetudinario, lo que no significa que sea siempre un principio a seguir por muy arraigada que esté la costumbre. Para ilustrar lo que digo voy a citar un texto del gran Michel de Montaigne, de su libro Los ensayos.

   Platón reprendió a un niño que jugaba a las nueces. Éste le respondió: "Me riñes por poca cosa". "La costumbre", replicó Platón, "no es poca cosa". A mi entender, nuestros mayores vicios adquieren su carácter desde la más tierna infancia, y lo esencial de nuestra educación está en manos de nodrizas. Para las madres es un pasatiempo ver a un niño que retuerce el cuello a un pollito y que se divierte lastimando a un perro o a un gato. Y algún padre es tan necio que toma como un buen augurio del alma marcial ver que su hijo golpea injustamente a un campesino o a un lacayo que no se defiende, y como gentileza ver que burla a un compañero mediante alguna maliciosa deslealtad o engaño. Éstas son, sin embargo, las verdaderas semillas y raíces de la crueldad, de la tiranía, de la traición. Germinan ahí y después se alzan gallardamente y fructifican con fuerza de la mano de la costumbre. Y es una educación muy peligrosa excusar estas viles inclinaciones por la flaqueza de la edad y la ligereza del asunto. En primer lugar, es la naturaleza la que habla, cuya voz es entonces más pura y más genuina porque es más débil y más nueva. En segundo lugar, la fealdad del fraude no depende de la diferencia entre escudos y alfileres. Depende de si misma. Me parece mucho más justo sacar esta conclusión: "¿por qué no habría de engañar con escudos si engaña con alfileres?", que, como suele hacerse: "solo son alfileres, de ninguna manera lo haría con escudos." (...) Y es muy justa la antigua exclamación: Non pudet physicum, id est speculatorem uenatoremque nature, ab animis consuetudine imbutis quaerere testimonium ueritatis? (¿Acaso no es vergonzoso para un físico, esto es, para un observador e investigador de la naturaleza, buscar el testimonio de la verdad en almas imbuidas por la costumbre?)

sábado, 26 de enero de 2013

UNA EJECUTIVA AGRESIVA

   Aculeo introduce el pen drive en el puerto USB de la copistería y le pide a la dependienta que imprima todos los documentos. Dos folios son su curriculum vitae, y los otros veinticinco un exhaustivo informe personal y comercial de la persona con la que tiene una cita de trabajo. Es deseo del cliente que se lo entregue antes de disparar. 
   El móvil suena justo a las diez de la mañana, mientras se zampa un pincho de tortilla y un café con leche en la barra de Lhardy. Una voz femenina, bien entonada y con exquisita amabilidad le recuerda que tiene una cita con la señora directora de la afamada empresa Global Brains & Associated. Su deseo es confirmar la entrevista y almuerzo en la residencia privada de la señora directora, situada en una zona residencial de la sierra madrileña. Aculeo confirma la cita, a la vez que transmite sus saludos. En una tienda cercana se hace con un maletín de afamado cuero en el que introduce los bien encuadernados documentos; también adquiere un abrigo que le confiere el empaque necesario como ejecutivo en venta de alto standing, en venta, que no de ventas. Entra en un parking y espera unos minutos a que aparezca un BMW o un Mercedes de alta gama con un mequetrefe a bordo. No tarda en llegar un gafitas conduciendo un ActiveHybrid 7, 320CV a 5.800 rpm, una joya de casi cien mil euros. Justo cuando sale del coche y se dispone a cerrarlo, Aculeo le planta el cañón de la SIG en la incipiente barriga y le pide, no sin sorna, que abra el maletero y se meta dentro. El mequetrefe obedece, se tumba en posición fetal y recibe un disparo en la sien. Aculeo extrae el ticket del parking del bolsillo de la chaqueta, coge las llaves del coche de la mano derecha del muerto, cierra el maletero y montándose en su nuevo coche, arranca y sale del aparcamiento, gratis, no han pasado ni cinco minutos desde que entró. 
   Introduce la dirección en el navegador y conduce, con el placer debido, camino de la finca La Dehesa, donde, al parecer, le van a ofrecer un contrato que no podrá rechazar. Al hijoputa le gustaba la buena música. Así, con la suavidad del saxo de Coleman, sale de Madrid.
   "Finca La Dehesa", dice una placa de bronce sobre uno de los pilares de granito, el de la derecha, que soportan una puerta con barrotes de hierro forjado; unos metros antes, a la izquierda, hay un poste con un portero automático que hay que pulsar para que le abran a uno la puerta, preferiblemente con cita previa. 
   La señora directora sale en persona a recibir a Aculeo. Le saluda con una afectuosidad propia de los que se consideran de la misma clase. Es una mujer madura, enérgica, campechana... "Espero que podamos cerrar un acuerdo satisfactorio para ambos". Va al grano. Atraviesan un hall por el que se accede a un salón con grandes ventanales que dan a un porche acristalado, desde el que se disfruta de un jardín al estilo inglés. Hay una mesa dispuesta para dos comensales, y al lado unos cómodos sillones de cuero, uno en frente del otro, con una mesa baja exagonal de madera, puede que de nogal o roble, con incrustaciones de nácar, entre ambos. Toman asiento cada uno en un sillón. La directora le ofrece un jerez que Aculeo acepta, abre el maletín y le entrega su curriculum que ella lee durante unos minutos con atención. Luego levanta la cabeza y le mira con una gran sonrisa que apenas deja ver sus ojos: "Impresionante", le espeta. Él, que también sonríe, le dice..., "¿verdad qué lo es?, por otra parte, no es más que la confirmación por escrito de lo que ya sabían. Tengo para usted otro documento aún más impresionante que, si me permite, le voy a mostrar". Y volviendo a abrir el maletín saca el informe y se lo entrega. "Me gustaría que lo leyera con toda su atención. En el mismo se desgranan una serie de hechos, todos confirmados y contrastados por diversas fuentes, de su actividad en los últimos años, y las graves consecuencias que han tenido para mis clientes. Éste es el verdadero motivo de que me encuentre aquí". La directora coge el documento y comienza a leerlo; Aculeo se pone en pie con su copa de jerez en la mano y pasea por el porche, observando los podados rosales y los senderos terrosos que se bifurcan entre los setos del jardín. "¿No entiendo, a que viene...?" Se detiene, la pistola le apunta directamente a la cabeza. "Es muy simple -le responde Aculeo-, usted ha estado obteniendo y facilitando un beneficio ilegitimo durante años. Ha percibido grandes sumas de dinero, y producido un gran quebranto a muchas personas; no va a disfrutar de ello ni un minuto más. A mi también me pagan por impedir que siga haciendo lo que ha hecho". Un estampido seco alborota a los pájaros del jardín, que revolotean, indecisos, entre los árboles durante unos segundos.


Sympathy For The Devil 



 
 

viernes, 25 de enero de 2013

EL CAZADOR DE CABEZAS

   En la arena húmeda quedan las huellas de sus pies desnudos, borradas por el vaivén de las olas que  mueren en el borboteo de la resaca. La luz del crepúsculo alarga su sombra sobre la playa en una delgada linea negra que se abre y cierra como los brazos de un compás que dibujase la nada. Al llegar a las rocas que señalan el final del arenal se vuelve; sobre la  línea del horizonte, un sol sanguina se oculta definitivamente en un rescoldo cenizoso que prefigura la noche. Siente la soledad del mundo, la acechante soledad del cazador en rececho. 

Al abrir la cuenta de correo encuentra un mensaje nuevo:
De: The head hunter
Para: Aculeo
Enviado: viernes, 25 de enero de 2013 11:45
Asunto: Pieza a la vista
   
   Hay un archivo adjunto con la foto de una mujer y la palabra target escrita en el centro. Aculeo elimina el mensaje y la cuenta de correo. Sale del ciber y camina hacia la estación de autobuses. Saca un billete de ida dirección Madrid y se sienta a esperar. Al llegar, sin necesidad de salir a la calle, enlaza con el metro y se dirige al centro, a un apartamento que rara vez visita. Ya es de madrugada, abre el portal y sube las escaleras hasta el segundo piso. De las dos puertas la suya es la de la derecha; entra, deja la mochila sobre un sillón de los de Ikea, observa con meticulosidad todos los objetos: una mesa, dos sillas, un sofá cama y sobre una repisa, enfrente del sofá, una televisión. Hay una cocina diminuta separada del salón por un mostrador. Una puerta da acceso al cuarto de baño. Se ducha y afeita. Vuelve al salón, enciende la tele y se sienta en el sofá, enciende un cigarrillo que inmediatamente deja sobre un cenicero y que terminará por consumirse solo. Se tumba, quedándose dormido casi de inmediato. Le despierta la alarma del reloj cuatro horas después, la tele sigue encendida. Una mujer desgrana las noticias sin emoción, la apaga. Empuja unos centímetros el sofá y levanta un par de tablas del entarimado. Saca un macuto rectangular de color caqui, en su interior hay un paño blanco de algodón que envuelve una SIG Sauer P226 9 mm parabellum y 15 cartuchos. La desmonta y limpia a fondo, incluyendo cada uno de los proyectiles con sus correspondientes vainas; luego vuelve a montar el arma dejando un cartucho instalado en la recámara. 

martes, 22 de enero de 2013

EL SUEÑO DE ACULEO

   Se tiró sobre la blanca y fina arena que enmarcaba, desde lo alto del acantilado, la playa, dejando que el sol en toda su plenitud de final del invierno calentara sus fríos huesos de asesino a sueldo, y soñó. 
   Un monstruo informe y sin nombre aparece al comienzo de una colina; antes de eso, Aculeo camina alegremente entre un paisaje de belleza onírica, tiene la intuición de que tras la colina a la que se dirige hay algo que le gusta, que le espera y que el espera encontrar. Sin saber por qué, comienza a correr con un trotecillo saltarín y alegre que le lleva en volandas entre verdes prados y el amarillo del sol; sorteando las musgosas rocas y las salicarias que crecen a la orilla de los arroyos que, con los soñadores y volanderos pies, salta cual duende verde de los bosques, pero... ¡ay! ¿Qué es esa sombra que se cierne amenazante a su espalda? ¿Qué, aquello que lo envuelve todo de tonalidades grises? ¿Dónde ha ido a parar la alegría del color? El paisaje sufre una inmediata transformación que impele a Aculeo a correr y enfilar la pendiente de la colina, ahora oscura y tenebrosa. Se gira y ve al monstruo, ahora león, ahora grifo, o una mezcla de ambos. ¡Corre, corre Aculeo!, se dice en el sueño, mientras las fauces detrás de él se abren y cierran con un terrible sonido; babeantes, provistas de enormes dientes dispuestos a despedazarle si tropieza o se para. ¡Corre, corre Aculeo! Y logra unos metros de ventaja a la vez que la colina desaparece y sus pies pisan una estrecha senda con abismos a los lados, como sustentada en el vacío. El monstruo no ceja en la persecución. De improviso el camino se acaba, abajo, a sus pies, esta la salvación que se extiende plena de luz y color. La fiera esta a punto de alcanzarle y presiente su fin, no hay escapatoria. El monstruo salta sobre él con las garras extendidas, rugiendo de maldad, justo en el momento que Aculeo se lanza al vacío y vuela, vuela, recordando que siempre ha sabido volar. Le inunda un gran alivio mientras planea sobre las montañas pobladas de pinos, deslizándose como un planeador sobre los valles perfumados. Le inunda un placer mágico mucho más real que la pesadilla que acaba de sufrir. Tras las montañas se adivina una línea verdosa que se disocia del azul celeste, allá, en el horizonte. Todo su cuerpo volador, ahora transido de placer y felicidad, con todos sus miembros intactos y etéreos, se dirige hacía ese verde marino. Su vista de pájaro alcanza el litoral, y, al igual que las aves, sobrevuela los acantilados. Sobre una playa desierta ve un cuerpo desnudo, tendido sobre la arena...
   Las olas llevan unos minutos lamiendo los pies de Aculeo, hasta que una, con algo más ímpetu que las otras, hace estallar su espuma  en su bajo vientre y le obliga a despertar. Sobre su cabeza un cielo azul, pulcro, impoluto, y el recuerdo de un sueño.

jueves, 17 de enero de 2013

MEQUETREFES CORRUPTOS

Un abogado de fondos fiduciarios que no aprendió nada en Yale, ¿cree que va (...) ésto y colgarse una medalla?, ¿qué busca, popularidad?, ¿qué nombren un congresista de medio pelo de no sé donde para que, China o Rusia puedan, de repente, disfrutar a nuestra costa de todas las ventajas que disfrutamos nosotros hoy? ¡No señor!, ¡me niego, señor!... ¡Charlas de corrupción!... ¿Corrupción?.., corrupción es el intrusismo del gobierno en la eficacia del mercado con sus regulaciones..., es de Milton Friedman, tiene un maldito premio Nobel. Disponemos de leyes que defienden nuestra política comercial; la corrupción es nuestra protección. La corrupción nos mantiene sanos y salvos. La corrupción permite que, tu y yo, estemos aquí pavoneándonos en lugar de matarnos por un trozo de comida en la calle. La corrupción..., permite que ganemos...
Syriana

Fue, parafraseando a  Dashiell Hammett, como si la tapa que cubre el mecanismo de la vida se hubiera abierto ante él mostrando todo su podrido interior. Comprendió por qué la corrupción es "la sal de la vida", y el motivo de que ésta pase desapercibida la mayor parte del tiempo. Entendió que la corrupción mata de un modo que no lo hacen las armas: en silencio, con sigilo; entre los oropeles del lujo y la desidia. A la vista de todos e inadvertida. Imbricada cruelmente entre la ignorancia y la pasividad. Con disimulo. 
Aculeo se sumergió en las tibias aguas del aturquesado mar para emerger, unos segundos después, límpido de toda aquella suciedad que, a sus espaldas, se revolcaba en sus riquezas sin asomo de duda. Dudas que tampoco él tenía. 

miércoles, 16 de enero de 2013

MUERTO IN FRAGANTI

"...Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se mueven sobre ella. Y Dios creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra... (Génesis. Sagrada Biblia)" Así, gracias al Verbo, algunos miles de años después surgió Aculeo del barro, más como Golem que como ser humano, sin que la imaginación del hagiógrafo lo hubiera tenido en cuenta ni hubiera previsto que tal cosa pudiera suceder.
Ya es bien entrada la noche cuando Aculeo, al volante del Mini musculoso y juguetón, atraviesa uno de los arcos que avisan al viajero de que entra en Marbella. Baja unos centímetros la ventanilla del lado del conductor y deja que el humo del cigarrillo escape veloz por la rendija, junto con algunas notas musicales que  vuelan, invisibles, entre el olor a jazmín y perfume de mil euros el frasco que se cuela, a cambio, en el interior del habitáculo. Como siempre, el encargo no especificaba nada sobre la forma o modo en el que tenía que morir la víctima, solo aclaraba que cuanto antes mejor. La urbanización de altos vuelos se encuentra alejada de la diversión portuaria y los exclusivos clubes y yates,  rodeada de amplios y perfumados jardines, todo un mar de tranquilidad.
Aparca el coche lejos y con su pinta de mochilero internacional, mochila incluida a la espalda, se dirige a unos de los pocos edificios altos de los alrededores. Sube a la azotea, elige su posición y observa a través de los prismáticos la amplia terraza cubierta hasta la mitad por un tejado de cocidas tejas rojas del mejor barro para ricos. Setecientos dieciséis metros, centímetro arriba o abajo. Saca de la mochila el rifle Heckler & Koch PSG1 y lo monta sin prisa; lo fija al trípode y apunta hacía el objetivo. Son algo más de las tres de la madrugada; Hay silencio, salvo la brisa marina que trae los acordes de alguna lejana melodía bailable y el canto de algún mirlo insomne. Unos minutos antes del amanecer el ojo de Aculeo observa a través de la mira telescópica los objetos inanimados que habitan la terraza. Dos tumbonas de teka, una mesa y cuatro sillas de la misma madera; dos macetas con sendas y gemelas palmeras enanas. La puerta corredera de la terraza, abierta una cuarta, deja escapar el velo de una cortina blanca que se mueve por efecto de la corriente. Una mano empuja la puerta y da paso a un individuo de estatura media que, en pantalón blanco de lino y con el torso al aire, porta una taza de café en la otra. Se detiene unos instantes y mira a lo lejos, debe estar viendo la raya marina del horizonte, más allá de los tejados; avanza unos pasos y se sienta en una de las sillas. Ofrece un perfil somnoliento, despeinado y satisfecho. Aculeo fija la mira justo a la altura de la parte superior de la oreja izquierda, dos centímetros en dirección a la nariz. Dispara y ve, con toda claridad, tal y como ocurre en el cine, el impacto del proyectil contra la sien y la cabeza que sale del plano del punto de mira por la potencia del impacto, y porque esta muerto. A Susan Sontag no se le hubiera ocurrido escribir algo así. 

lunes, 14 de enero de 2013

QUID PRO QUO

Hace muchos años, sentado en un asiento de laminas de madera contrachapada de un viejo autobús, y viajando por un lejano país que ahora ya no aparece en los mapas de geografía contemporánea, me pareció reconocer el rostro de un viejo compañero de armas. La memoria es frágil y hay que ser un buen fisonomista. Durante unos minutos le observé a ratos; primero me sonó su cara, mi mente se puso a buscar en su archivo de memoria el motivo de ese reconocimiento confuso; después activé la carpeta de voz. La imagen y la voz se superponían, coincidían. Me senté a su lado una vez seguro de que los datos eran correctos. "Disculpa, me llamo Aculeo y creo que te conozco. ¿No eres Martín?" El tío se me quedó mirando y me dijo que no, el no era Martín; tenia otro nombre que ahora no recuerdo. Insistí, claro, mi seguridad era total, y a pesar de su negativa pensé que, o bien él no me recordaba o tenía que refrescar su memoria. "Si hombre- le dije-, estuvimos juntos en el avance y posterior toma de la ciudad de Mâbro, te hirieron en una pierna y te llevé a un lugar protegido, hasta que encontré a un sanitario. ¡Joder!, si hasta te hice un torniquete". Nunca he estado en la guerra ni en el ejército, fue su respuesta. Durante unos segundos permanecí en silencio para recomponer, de nuevo, mis recuerdos. "Pues eres su hermano gemelo..., bueno, te pido disculpas, he debido confundirte". Lo siento, dijo. Por aquel entonces se fumaba en los autobuses, así que encendí un cigarrillo y no abrí la boca hasta que se levantó para bajarse en una de las paradas. "Adiós", se despidió. No respondí, tan solo elevé la cabeza y sonreí; aún rumiaba, abstraído,  mi error. Cuando el bus arrancó, tal vez por instinto o por la costumbre, miré hacía donde los pasajeros se habían bajado. Le vi caminar, y me parece, ahora ya es un recuerdo mucho más difuso que su rostro, que cojeaba un poco de una pierna.


sábado, 12 de enero de 2013

OTRA MUESCA

El gran niño bien de la política se estremeció como un conejo cuando le alcanzaron los electrodos de la Taser. Cincuenta mil voltios con una intensidad de tres miliamperios le dejaron paralizado el tiempo suficiente  para sujetar las muñecas con una brida y tapar su boca con un pedazo de cinta americana. Le arrastró hasta la ventana del baño, situado en la planta baja del hotel donde se celebraba el banquete, aún llevaba la bragueta desabrochada, lo elevó agarrándolo de los muslos y lo apoyó sobre el abdomen en el pretil de la ventana; saltó por encima, ya desde el suelo de la calle, tiró de él hasta dejarlo tumbado en la acera. Abrió el maletero del jaguar y lo metió dentro, no sin antes sujetarle los tobillos con otra brida que unió con una tercera a la de las muñecas. Un sonido sordo salió por sus fosas nasales, sin que Aculeo hiciera o dijera otra cosa salvo cerrar el maletero.
Condujo el coche hasta los Montes de Toledo, cerca del Parque Nacional de Cabañeros. Antaño toda aquella zona, unas doscientas mil hectáreas, fue propiedad de los Aznar, importantes navieros e industriales asentados en Bilbao. Aculeo poseía una finca de unas pocas hectáreas; un pequeño arroyo que iba a parar al río Bullaque pasaba por sus tierras; bien provista de encinas, quejigos y hasta una alameda. Cerca del arroyo y arropada tras un promontorio había una casa de labor que adecentó años atrás. Allí detuvo el coche, bajo un emparrado de uvas moscatel que algún labriego había plantado muchos años antes.
Abrió el maletero, cortó las bridas de los tobillos y la que los unían a las muñecas, ayudandole a salir. Estaba entumecido y mareado, se había orinado encima y no coordinaba bien. Aculeo espero unos minutos a que recuperara el aliento, tampoco era cuestión de cargar con él hasta el interior de la casa. Le agarró de un brazo para indicarle el camino, el prócer se incorporó y caminó, trastabillando un poco hasta la parte trasera de la casa, donde había una especie de almacén con un techo de tejas y una gran viga central de castaño que sustentaba toda la estructura. De la viga colgaba una cuerda de nailon del tipo que usan en escalada que acababa en un nudo corredizo, pasaba a través de una polea y terminaba atada a una argolla fijada en la pared. Le ordenó que se sentara en el suelo, le ató el nudo a los tobillos y tiro de la cuerda hasta dejarlo colgado boca abajo; despegó de un tirón la cinta de su boca arrancando unos cuantos pelos del bigote y la barba. Encendió un cigarrillo y se le quedó mirando.
-¿Es un secuestro?- Dijo con carraspera.
-No,  será un asesinato, ¿quieres decir algo?
-¿Por qué lo hace?
-Es un encargo.
-¿Sabe quién soy?, ahora mismo me estarán buscando con todos los medios posibles. Dígame cuanto le pagan y le doblo, le triplico la cantidad.- Aculeo siguió fumando, sin responder nada.
-Tengo mujer, hijos, nietos... Nunca he matado a nadie, no merezco ésto..., ¿quién le paga?- En su voz se notaba la falta de esperanza.
-Me pagan personas como tú. Ellos también tienen esposa, hijos, nietos..., creo que miran por su futuro.- Dio una chupada al pitillo, expulsó el humo y le cortó el cuello. 

viernes, 11 de enero de 2013

EL BIEN COMÚN

Después de decirle que nunca podrá tener hijos y responder el otro que los adoptarán, se quita la peluca, golpea varonilmente con su brazo el hombro de su enamorado y dice: ¡soy un hombre! En ese momento se produce uno de los finales más famosos y sensacionales de la historia del cine. Pura diversión.
La reunión o "cónclave" como lo dio en llamar la prensa con más sarcasmo que ironía, estaba teniendo lugar en uno de los hoteles más famosos del país. Presidentes, ministros, miembros y políticos del más variado pelaje conservador y depredador se codeaban entre ellos y ellas con la naturalidad propia de los que se disponen a devorar la presa tan ansiada tras largos años de carestía de poder. Ternos grises y azul marino; trajes, en ellas, que combinaban la falda y chaqueta en tonos beige, o el blanco con el azul, el rosa palo. Miles de euros en tela, zapatos, corbatas y complementos. Chóferes, escoltas, coches blindados, el mejor Jabugo; los habanos liados por las manos más expertas allende los mares. Vino de Rioja y de la ribera del Duero, Albariño de la ribera Sacra; brandy y olorosos de Jerez..., y tantas cosas caras, muy caras y de las otras. El reparto de la nación, incluidos sus ciudadanos con derechos o sin ellos; todo, absolutamente todo, a mandíbula batiente. Con tanta sangre chorreando de las fauces era complicado moverse entre los corrillos y las mesas, el suelo se estaba poniendo resbaladizo. Los pedazos de la amada patria caían de las bocas de uno para ir a parar a las de otro, más hambriento o despiadado que el anterior. La manada se ponía agresiva por momentos y de la presa, ya exangüe, solo quedaba la piel extendida entre dos mares.
Así describía Aculeo, en su mente, toda aquella orgía de cientos de miles de millones de euros que revoloteaban en las conversaciones. Un reparto obsceno de los impuestos de los ciudadanos en beneficio de una élite absolutamente corrompida que campa a sus anchas entre los pasillos del poder, sin más freno que los favores que estén dispuestos a otorgarse unos u otros en forma de mejor postor. Salió a la terraza y admiró el paisaje imperial que se extendía a sus pies , recordando las palabras del olvidado Antonin Artaud:
"Y ahora, seres, a todos vosotros debo deciros que siempre me disteis ganas de cagar. Y que os den por la peluca de la puñeta, ladillas de la eternidad."
Eso no significaba que Aculeo pensara, ni por un momento, en abandonar su profesión.

miércoles, 9 de enero de 2013

¿PERSPECTIVA O ANCHOAS?

A veces escribo el título primero y al terminar el post lo cambio; otras veces comienzo a escribir y título al final. Planificar los acontecimientos futuros es propio del ser humano, es así hasta donde alcanzo a saber pues desconozco si existen otros animales capaces de pensar y actuar de este modo.
Me propuse seguir a Aculeo en un día cualquiera y trasladar al papel blanco del ordenador lo que mi pericia fuera capaz de llevar a cabo sin poner en riesgo mi vida. Ustedes pensarán que para mi es fácil, ya que soy el creador del personaje y solo tengo que escribir lo que buenamente vaya surgiendo de la imaginación, y que nunca correré verdadero peligro porque todo es ficción. Lamento decirles que no es así. Antes de ponerme al tajo he tenido que limpiar unas anchoas, algo que me da bastante asco: descabezar, meter el dedo y sacar las tripas, lavarlas, escurrirlas y, siguiendo el consejo de..., ponerles sal y limón, sin quitar las raspas (demasiado trabajo) y dejarlas macerar un poco antes de enharinarlas y freírlas. Desde la ventana puedo ver a Aculeo sentado en un banco, fumando un pitillo y departiendo, parece que amigablemente, con algunas personas que mondan pipas en la fría tarde. Debe medir algo más de un metro ochenta; viste una cazadora de cuero marrón con el cuello de borrego, no sé si parece un motero o un aviador de los años treinta. Lleva puesto un pantalón vaquero azul, algo desgastado y calza unas zapatillas o zapatos de cuero, en la distancia no logro adivinar cual de las dos cosas es. Se le ve en forma; sus movimientos son lentos, se me antoja un tranquilo felino dispuesto a saltar sobre cualquiera en cualquier momento, diría que un leopardo. Borges gustaba del tigre, algunos egipcios del guepardo como animal de compañía y una gran mayoría tienen al león como ejemplo. 
Le da la mano a uno de los contertulios, se levanta y se despide del resto con un ademán. Momento que aprovecho para salir detrás de él con tanto sigilo como soy capaz, que no es mucho. ¿Las anchoas?, ahí se quedan con su perfume a limón. Camina sin prisas, erguido; lleva cubierta la cabeza por un gorro de lana de color negro, las manos en los bolsillos, de cuando en cuando se para ante un escaparate, aunque no creo que mire nada de lo que hay tras el cristal; por si acaso me detengo a una prudente distancia, reanudando la marcha segundos después de él. No sabría decir que edad tiene, lo mismo pueden ser treinta y cinco que cincuenta; si observo que algunas mujeres con las que se cruza le miran, por lo que deduzco que es poseedor de algo que llama la atención. Tomamos por una calle menos concurrida, lo que provoca que un escalofrío me recorra la espalda y dude si seguir adelante o darme la vuelta. "¡Qué carajo"!, me digo, puedo parar en cualquier momento. Se mete en una cafetería con aires de señorío, y yo paso de largo mirando por el rabillo del ojo intentando ubicar su posición en la misma. Dejo que pasen unos minutos y entro también. Aculeo esta sentado en una mesa, toma una cerveza y ojea un periódico. Me acodo en el mostrador y pido una caña, echando de menos un espejo. Justo cuando me llevo el vaso a los labios una voz a mi espalda me pide fuego; su tono es pausado, agradable, un poco grave. Me vuelvo para decirle que la ley prohíbe fumar en establecimientos públicos no adaptados... Saco el mechero y, para evitar que note el temblor en mi mano, se lo doy. Gracias, me dice y añade..., ¿por qué no te vas y fríes los boquerones?

martes, 8 de enero de 2013

REFLEXIONES DE UN ASESINO

Siempre me ocurre lo mismo después de matar a alguien. Me invade una sensación de vacío, una negación del yo, un aburrimiento de mi mismo y una desconsiderada apatía sobre lo que significa mi paso por la vida. Apatía que nada tiene que ver con el deseo de morir, sino más bien con una indiferencia inane a los placeres cotidianos como la comida, la higiene o las buenas costumbres. Si, me dejo llevar por la abulia, por supuesto no en un sentido definitivo como podría ser el de esas personas que acumulan objetos inservibles en su casa hasta convertirla en un estercolero y que se conoce como el síndrome de Diógenes, algo que nunca he llegado a entender, porque el Diógenes al que me refiero es Diógenes de Sinope, conocido filósofo griego al que nunca le preocupó la propiedad de nada y menos aún la acumulación de basura, pues vivía en la calle y tenía una tinaja por refugio. Tampoco se puede decir que me afecte el "síndrome" en el sentido de abandono y soledad social; no estoy solo ni lo pretendo. Todo lo contrario, me gusta la compañía de otras personas, si no para relacionarme con ellas en todo momento, si para observarlas en su devenir diario, por ejemplo mientras disfruto de un café o una cerveza sentado cómoda y displicentemente en una terraza y veo pasar ante mis ojos el teatro de la vida con sus personajes tan verídicos y tan falsos como en el mismo escenario. Lo que si tengo es la certeza de ser un asesino atípico, ello no me hace mejor que otros asesinos anteriores o contemporáneos, puede que ni siquiera diferente, pues a buen seguro pululan por esta tierra y tal vez, solo tal vez, en otras partes del Universo, seres parecidos o al menos con inclinaciones y prácticas similares, por lo tanto soy atípico por lo poco común, no por se único; sería ser presuntuoso y egoísta por mi parte creerlo de otro modo. 
Mi nombre es Aculeo, que en latín significa "poco amigable". Naturalmente es un nombre ficticio, buscado ex profeso para que se acomode a la profesión que, sin atisbo de arrepentimiento o moral, practico como medio de ganarme la vida, del mismo modo que otras personas pueden ser torneros, enfermeras, zapateros remendones o damas dedicadas a la filantropía. En el fondo poseo un profundo amor al género humano, solo trabajo por encargo y, con el paso del tiempo me he percatado de que soy capaz de amar y ser amado como cualquier otro, y tan tierno como un cachorro. 


lunes, 7 de enero de 2013

¡TODOS QUIETOS, ÉSTO ES UN ATRACO!


En referencia a la belleza general de la cosas, incluidas las personas, y la quietud y paralización que nos embarga cuando los políticos, metidos a ladrones, nos roban todo lo que es nuestro y que tanto esfuerzo nos ha costado tener. Un ejemplo de lo que digo es la Comunidad de Madrid (CAM), y sus planes privatizadores de la Sanidad Pública. Pues es con dinero público, con el que se va a pagar a las empresas privadas que gestionaran la salud de todos los madrileños. Un negocio redondo para las empresas y sus gestores, una gran parte de ellos provenientes de la política: PP y PSOE, así como de la sanidad pública. Todo ésto lo están haciendo a plena luz del día, sin taparse la cara; mintiendo y retorciendo los argumentos para su exclusivo beneficio y el de sus cómplices: CAPIO Y Ribera Salud.

sábado, 5 de enero de 2013

CALCETINES EN LA CHIMENEA

¿Por qué tendría que tener escrúpulos a la hora de aceptar este encargo? El mensaje decía claramente que el asesinato debía llevarse a cabo en la Noche de Reyes, o sea, cualquier instante después de las doce de la madrugada. El objetivo: un miembro del gobierno con rango de ministro, a elegir. Casi un magnicidio. "Cualquiera podría imaginar lo que diría la prensa al día siguiente, la digital, porque la impresa no publicaría  nada hasta pasadas veinticuatro horas, la crisis no perdona. Aunque el revuelo en radios y televisiones sería más terrorífico que el asesinato en si. A fin de cuentas solo es un muerto más. ¿Cuántos reyes, príncipes, presidentes, primeros ministros..., han sido asesinados a lo largo de la historia? El mundo continúa su camino tras la algarabía y los hechos quedan para la historiografía. El derecho, la política y la estadística son estudios que acaban estando relacionados. El poder necesita abogados, expertos en política y hábiles en el manejo de la estadística; la combinación de estos conocimientos es útil para manejar los resortes del poder de cara a la opinión pública, ya que el "público" es visto como un conjunto uniforme en el que se puede influir a través de actuaciones y declaraciones que orienten su aquiescencia a las medidas que el gobernante toma, enfrentando a los partidarios con los que no lo son, pero ocultando a la visión general los verdaderos motivos de las decisiones..." Ahí dejó de leer. 
De su juvenil etapa como novillero, Aculeo guardaba los trastos de matar en un bello estuche de cuero repujado; sacó la puntilla que tantas tardes de sinsabores le acarreó y la guardó en el bolsillo de un viejo y amplio gabán con el que pensaba ensombrecer la noche en la urbanización de alto estanding a la que se dirigía. Organizó una pequeña distracción tres casas antes, con un puñado de petardos y un poco de gasolina que explotó sobre la puerta de una de ellas. Los policías de servicio acudieron e informaron. El sistema de retardo del ingenio le permitió pasar desapercibido, bastaron unos pocos segundos. Saltó la valla, entrando en la casa por una ventana del sótano oculta a las miradas del exterior; subió con cautela las escaleras y escuchó los pasos apresurados en la planta baja. El objetivo se había asustado. Los policías ya estaban de vuelta, daban instrucciones y calmaban, lo mejor que podían, al que ya se podía considerar muerto. La puerta de la calle se cerró de nuevo. Unos pasos cansinos, que se adivinaban en zapatillas subían unas escaleras. Aculeo abrió con sigilo la puerta que daba paso, desde el sótano, a un hall que ejercía las veces de distribuidor. Por una de las puertas se vislumbraban las luces parpadeantes de un árbol navideño y un señorial belén en el salón principal. Del mármol blanco de la chimenea colgaban dos pares de calcetines. Subió las escaleras más silencioso que un ratón de cuento navideño. Hasta sus oídos llegó el inconfundible sonido de la orina masculina sobre el agua de la taza del váter. Sacó la puntilla. De píe, con la bata abierta, había un hombre orinando. Con la mano izquierda le tapó la boca, mientras con la derecha le daba la puntilla, introduciendo el arma hacía arriba, desde la base del cráneo, hasta el mango. Giró dos veces el instrumento de descabello, a izquierda y derecha, sujetó el cuerpo con firmeza y delicadeza, dejándolo caer con suavidad y sin ruido sobre el suelo ajedrezado del cuarto de baño. Salió por donde había entrado. Otro artefacto estalló un poco más arriba que el anterior..., camino despejado.

ENTREMÉS


...La pareja conyugal vivía en Londres. El hombre, con el pretexto de que se marchaba de viaje, alquiló habitaciones en la calle colindante con la de su propia casa y allí, sin que su mujer o sus amigos lo supieran y sin la más mínima sombra de razón para tal autodestierro, vivió durante más de veinte años. Durante todo ese tiempo vigiló su casa día a día y a la abandonada señora Wakefield con frecuencia. Y después de tan gran laguna en su felicidad matrimonial -cuando su muerte fue estimada como cierta, su patrimonio saldado, su nombre licenciado de la memoria y su esposa llevaba ya tanto y tanto tiempo resignada a su viudez otoñal- entró por la puerta una tarde, tranquilamente, como si solo hubiera estado ausente un día, y se convirtió en un amante esposo hasta su muerte...

Del cuento: Wakefield. Nathaniel Hawthorne

Dice Borges en el prologo de la edición de Siruela de la que he sacado la cita de Hawthorne, que éste vivió recluido en su habitación doce años, saliendo solo al atardecer para caminar. En 1837 le escribió a Longfellow: "Me he convertido en un prisionero, me he encerrado en un calabozo, y ahora ya no doy con la llave, y aunque estuviera abierta la puerta, casi me daría miedo salir." 
Uno de sus antepasados de nombre John Hawthorne, fue juez en los procesos de Salem que costaron la vida a diecinueve mujeres en 1692.

Un paje me acaba de entregar un mensaje en el que me comunican que tenga cuidado, al parecer Aculeo tiene planes para la Noche de Reyes.



jueves, 3 de enero de 2013

CRISIS



Se habla de la crisis como si fuera un fenómeno natural que ha surgido de las entrañas de la tierra de improviso o de una sima abisal, como un Godzila radioactivo destruyendo todo a su paso. Los premios Nobel en economía se dejan las cejas escribiendo en sus blogs, en sesudos artículos de prensa, en entrevistas en radio o televisión, en libros..., intentando explicar a los dirigentes políticos el mejor método para acabar con el monstruo. Es inútil; los políticos que mantienen el orden no gobiernan la crisis, se limitan, como todo el mundo sabe excepto los abducidos, a aplicar las recetas del FMI, el Banco Mundial, la Reserva Federal o los "expertos" de la Unión Europea, entidades controladas por una cohorte de neocapitalistas preocupados tan solo por salvaguardar los dineros de sus amos: los poderosos banqueros y grandes corporaciones . Desde el comienzo de la crisis entró en juego el factor miedo, azuzado desde los púlpitos neocon y los eclesiásticos: el dueño tiene perros que le guardan la mansión.
El miedo, instalado en lo más profundo de nuestro cerebro para protegernos de los depredadores y que nos hace estar alerta, inconscientemente, ante los peligros de la vida. El miedo, creador del conformismo insolidario y los más variados disimulos. Gracias al miedo sobrevivimos como especie elaborando estrategias para enfrentarnos a él, dominarlo y avanzar. El dinero miedoso, cobarde y traicionero, que huye y se refugia en islotes lejanos, ante la inacción de la bien pagada, por ese mismo dinero,  clase dirigente; dando igual que esa clase se encuentre en Wasington D.C o en Beijing. Ese es el miedo que nos atenaza y humilla porque no sabemos o queremos, aún, hacerle frente.

miércoles, 2 de enero de 2013

PASEANDO EN AÑO NUEVO


La luz del Sol tarda en llegar a la Tierra algo más de 8 minutos; ese retraso es el precio que pagamos por no vaporizarnos y permitirnos sembrar una huerta y recoger los tomates para la ensalada; vendimiar, hacer vino y coger uvas de la parra. La misma luz que esperamos encontrar luego de una noche de sueño o muerte inducida. La luz de Goethe.
Me pasé el comienzo de la tarde, hasta la hora de la comida, caminando por la sierra oeste de Madrid, por el simple placer de pasear y esforzarme un poco; sentir el frío y el viento en el rostro. Pensar sin hallar respuestas a las preguntas fundamentales de la existencia del humán, preguntas que no me hice. 
Más que pensar, sentir el mullido pasto bajo mis pies; observar el vuelo de las alas negras del cuervo que se deja caer tras el barranco; mirar los jirones de nubes que el viento arrastra peinando las cumbres; oír el susurro del roce de las agujas de pino, el gorjeo de pájaros que no veo y levantan el vuelo casi debajo de mis pasos. Sentir la soledad y saberme solo, humanamente solo en el páramo agreste, en la vida y en la muerte. 
Tan vivo y tan diferente. William James escribió: "Hay poca diferencia entre un hombre y otro, pero esta diferencia lo es todo" .