miércoles, 12 de septiembre de 2012

NACIONALISMO, ESA BURDA IDEOLOGÍA

Hay diversas formas de nacionalismo: económico, banal, religioso, popular, romántico, centrífugo, centrípeto... Se puede decir, sin temor a exagerar, que hay un nacionalismo por cada persona, pues cada individuo puede tener un sentimiento nacionalista coincidente con sus pares y proporcionarle una sensación de pertenencia a un grupo más o menos amplio. A lo largo de la historia, desde el siglo XVIII en adelante, el nacionalismo nace impulsado por unas élites que buscan defender unos intereses de clase, y hacerlos extensibles al resto de sus contemporáneos, ya que sin que una gran mayoría acepte sus postulados su ideología no puede triunfar. Una misma lengua, cultura, intereses económicos, costumbres..., que buscan diferenciarse del "otro", sea ese otro interior o exterior. El nacionalismo es exclusivo. No es nada sin la confrontación, sin un enemigo al que enfrentar sus raíces. El nacionalista siempre es mejor que el otro, y claro, el otro, también es un nacionalista que coarta la libertad del nacionalista. El nacionalista piensa que es mejor ser francés que español; español que inglés; inglés que alemán; ruso que chino; japones que coreano; estadounidense que canadiense; argentino que brasileño..., y así podría seguir hasta completar el mapa de la naciones, pueblos, etnias e incluso villas y villorrios, pues si hurgas un poco cualquiera es capaz de albergar un sentimiento, una idea, un pensamiento nacionalista. De ahí lo burdo. Valga un ejemplo de espurio nacionalismo. Los españoles de comienzos del XIX prefirieron un rey como Fernando VII, a un sistema político basado en una constitución (la de 1812), que garantizaba una serie de derechos individuales hasta entonces inexistentes. Eso fue posible porque una élite formada por aristócratas  e iglesia, hizo creer a un pueblo ignorante e inculto que esa constitución era una imposición extranjera; el grito con el que fue recibido (¡vivan las caenas!) el desafortunado y en mala hora rey Fernando VII, es un claro ejemplo de como el nacionalismo no busca el bienestar de nadie, sino la supremacía de una élite que busca el poder por encima de cualquier otra cosa. Sin salir de España, el nacionalismo que impulsó el golpe de estado de 1936, y que dio paso a la Guerra Civil Española, es otro ejemplo claro y evidente. Si hay algo que los no nacionalistas saben bien, es que el nacionalismo mata, y mucho.