lunes, 28 de enero de 2013

SOBRE LA COSTUMBRE


   El Poder es una cosa (entiéndase cosa, en un sentido filosófico), que se vive de cerca o se ve de lejos. 
   El artículo 1.2 de la Constitución Española dice: La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. 
   La costumbre, con frecuencia, se transforma en ley. Muchas de nuestras leyes son fruto de la costumbre, es lo que se da en llamar derecho consuetudinario, lo que no significa que sea siempre un principio a seguir por muy arraigada que esté la costumbre. Para ilustrar lo que digo voy a citar un texto del gran Michel de Montaigne, de su libro Los ensayos.

   Platón reprendió a un niño que jugaba a las nueces. Éste le respondió: "Me riñes por poca cosa". "La costumbre", replicó Platón, "no es poca cosa". A mi entender, nuestros mayores vicios adquieren su carácter desde la más tierna infancia, y lo esencial de nuestra educación está en manos de nodrizas. Para las madres es un pasatiempo ver a un niño que retuerce el cuello a un pollito y que se divierte lastimando a un perro o a un gato. Y algún padre es tan necio que toma como un buen augurio del alma marcial ver que su hijo golpea injustamente a un campesino o a un lacayo que no se defiende, y como gentileza ver que burla a un compañero mediante alguna maliciosa deslealtad o engaño. Éstas son, sin embargo, las verdaderas semillas y raíces de la crueldad, de la tiranía, de la traición. Germinan ahí y después se alzan gallardamente y fructifican con fuerza de la mano de la costumbre. Y es una educación muy peligrosa excusar estas viles inclinaciones por la flaqueza de la edad y la ligereza del asunto. En primer lugar, es la naturaleza la que habla, cuya voz es entonces más pura y más genuina porque es más débil y más nueva. En segundo lugar, la fealdad del fraude no depende de la diferencia entre escudos y alfileres. Depende de si misma. Me parece mucho más justo sacar esta conclusión: "¿por qué no habría de engañar con escudos si engaña con alfileres?", que, como suele hacerse: "solo son alfileres, de ninguna manera lo haría con escudos." (...) Y es muy justa la antigua exclamación: Non pudet physicum, id est speculatorem uenatoremque nature, ab animis consuetudine imbutis quaerere testimonium ueritatis? (¿Acaso no es vergonzoso para un físico, esto es, para un observador e investigador de la naturaleza, buscar el testimonio de la verdad en almas imbuidas por la costumbre?)