sábado, 25 de agosto de 2012

AMOR A TRES BANDAS

Rara vez escribo primero el título. Hace algún tiempo, dejaré que las palabras fluyan con naturalidad, una mujer se presentó en mi casa sin avisar. Siempre quise que algo así sucediera. Podría haber sido en una playa, en un viaje, en una reunión..., en cualquier lugar y momento. Desconozco si hay estadísticas para un caso así, solo puedo decir que siempre confíe en ello y que en el fondo soy un optimista mal informado. 
El amor es esa cosa imposible que siempre se hace posible, bueno, no siempre o por lo menos no todos consiguen alcanzarlo, pero se de algunas personas que lo han logrado. La mujer que yo amo no es como la de Serrat. Mi amada mujer es única, inconfundible. Perfecta en todos sus defectos. Muy apetecible. Tan atractiva que, incluso cuando esta lejos me siento a su lado y veo y siento las mismas cosas. Vemos y sentimos. Ella siente por mi un amor tan grande como el mío, sino más. Y si es más, no me importa, porque la quiero tanto y como ella dice: hay un sentimiento de pertenencia, una imbricación entre ambos que hace que sus escamas se encuentren cubriendo las mías, y eso significa que están juntas, pegadas. Se rozan y se tocan en todo momento, así que no importa mucho el orden en que se disponen. 
Esta mujer tan sorprendente es doblemente amada. Quiero imaginar que el otro amor de su vida también ve las cosas de un modo parecido y que sus sentimientos son comparables a los sentidos por mi. Comparar cuando se trata de amor no es buena idea. Los que amamos tenemos la necesidad de pensar que nuestro amor es único, incomparable, inaccesible a los demás; nos equivocamos. ¿Acaso no es cierto que compartir lo que queremos, aquello que más deseamos y amamos, nos eleva por encima de la mediocridad y nos hace realmente diferentes, únicos? Pues con ese acto nos deprendemos del egoísmo propio de la especie humana. Sin embargo, lo cierto es que resulta muy complicado y arriesgado tener la valentía de ceder en ese punto y llevarla a la práctica, porque surge la duda y el miedo a perder lo que se ama y se pone en duda un pilar fundamental del ser humano: la libertad que damos y nos damos. Si, ya sé lo que estáis pensando y tengo que responder que si, esta mujer excepcional es capaz de amar a dos hombres y ser correspondida por ambos, me parece que no a plena satisfacción de los tres, pero hasta ahora es lo mejor que hemos encontrado o podido hacer. Es cierto que en el amor y en la guerra vale todo, y en ello estamos. Todos los días libramos una batalla o varias. Hay ocasiones en que la sangre corre a raudales e inunda el campo, tiñendo de rojo la tierra, si se me permite esta exagerada licencia poética. En realidad la sangre nunca llega al río; tan solo es que todos nos queremos por encima de nuestras posibilidades, no nos rendimos y luchamos por conquistar nuestros objetivos. El resto de cosas pertenecen a la intimidad.