Los
ateos vivimos confortablemente instalados en la comodidad de nuestro
descreimiento, rara vez hacemos manifestaciones públicas de nuestras
convicciones éticas respecto a como debería ser una sociedad sin
religión y, en más raras ocasiones aún, discutimos sobre la
postura de las distintas iglesias y sus religiones con respecto a las
opiniones vertidas por sus representantes temporales, como a ellos
les gusta llamarse.
Pienso
que es posible una sociedad sin religión, una sociedad donde los
dioses sean un mero asunto de tipo antropológico ó literario y que
se estudien igual que se estudian los Mitos Griegos. Considero (al
igual que Bertrand Russell) que la religión es una enfermedad
surgida del miedo y una fuente de indecible miseria para la raza
humana. Claro que hay algunas cosas que se achacan a Jesucristo a
Mahoma o a Buda, que parecen muy buenas ideas, pero su aportación
al pensamiento humano no es equiparable a la de pensadores que van
desde Aristóteles al propio Russell.
Las
opiniones, los dictados, los dogmas de las distintas religiones, son
un constante obstáculo al desarrollo humano, en el plano filosófico,
ético, científico y en el de las interrelaciones. Su aportación al
debate político siempre es sesgada, y espuriamente interesada,
coarta la libertad de las personas e intenta cegar la lucidez de los
argumentos que no comparte. Se toma tan en serio a si misma, que
considera delito, insulto o algo peor todo lo que la critique.
Pues
bien, la religión cristiana no tiene la panacea de ninguna verdad
(no la tiene nadie), y sus dogmas de fe son risibles y algo
abstrusos, véase si no el enigma de la santísima trinidad, la
virginidad de María o la resurrección de los muertos. Es risible
también la pompa con la que se invisten sus sacerdotes en los actos
públicos, así como sus posturas en temas tales como la reproducción
asistida, el sexo o sus incursiones políticas. Cuando hablan de
estos temas, no lo hacen por boca de Jesús: “no juzguéis a los
demás si no queréis ser juzgados”, “No hagáis resistencia al
agravio; y si alguno te hiriese en la mejilla derecha, vuelve también
la otra”, “si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes y
dáselo a los pobres”, al contrario, se colocan el alzacuellos, la
púrpura y corren a ponerse del lado del poder que les apoya. El
miedo que ellos fomentan les lleva en busca de refugio.
Los
no creyentes tenemos derecho a criticar estas posturas, pero también
tenemos el derecho a reírnos, de hacer bromas y chascarrillos sobre
sus ideas cuando estas nos parecen dignas de ello, también en el
caso de que no sean dignas, pues la verdad revelada en la que basan
su teología es pura ficción y, como obra de ficción sometida a las
críticas y a la libertad de expresión.
*Este texto, escrito hace unos años, viene a propósito del vergonzoso silencio que guarda la jerarquía de la iglesia católica en los tiempos actuales de crisis, o en el mejor de los casos, a las tibias y melifluas manifestaciones que salen de las bocas de sus representantes oficiales, ocupados ahora en las intrigas palaciegas vaticanas y en no perder privilegios económicos.