La reunión del Consejo de Ministros había terminado, Rajoy se quedó después de la misma. Observó los asientos vacíos de los miembros de su gabinete y pensó, "¿a que huele?". Era imposible definir a que olía. Se puso en pie y en ese momento supo que era: perfume caro y corrupción.
Cucharones, cazos, sartenes, cuchillos.. Carnes, pescados, embutidos, especias. Era imposible definir a que olía la cocina de aquel tipo de mirada penetrante y edad indefinida. Me acerqué al puchero humeante. "Qué tenemos para comer hoy". Me miró condescendiente: "tu alma", dijo.